Ya en el Esmerillón, el abuelo de Pepe y su compañero nos enseñaron las truchas, desde las más pequeñas hasta las más grandes, ¡¡cómo saltaban estas últimas!!
Luego nos fuimos a los apartamentos rurales la Quintana de Romillo a comer y jugar, vimos cabras, gallinas y un burro ¡Qué bien nos lo pasamos! Además con el calor que hacia no pudimos evitarlo e hicimos una guerra de agua, que nos refrescó un montón (una pena, que no tengo fotos del momento). ¡También comimos un helado! Quiero agradecer a Rosa y a la abuela de Pelayo lo bien que nos trataron y lo atentas que fueron en todo momento; gracias a ellas todo salió genial.
Saludos, Aida.
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